Con la mirada clavada en el cielo y con la esperanza de que no se cumplieran las previsiones meterológicas previstas, emprendimos viaje hasta Aranzazu lugar de salida. Tras sacarnos la foto de rigor y cargar con las mochilas empezamos el camino que nos llevaría hasta el Aitzkorri, la niebla impedía ver el Santuario, al poco de comenzar nos llamó la atención un nutrido grupo que ascendían por una cuesta en fila india, seguimos subiendo, la niebla nos impedía contemplar el bosque que estábamos atravesanado, al llegar a las campas de Urbía el recorrido nos dió una pequeña tregua en forma de llano, hasta llegar a unas bordas de pastores, de ahí hasta la cima todo el recorrido se realiza entre rocas bien señalizados con unas más que visibles marcas amarillas, al llegar al refugio nos reciben unas pesadas cabras, después de organizar las cosas un poco y elegir cada uno el lugar donde dormiremos, empezamos con la cena, el refugio en sí no está mal, la única pega quizá sea la cantidad de pintadas que tiene, que le puede dar a uno por pensar que está en estado de abandono.
Al rato de estar allí apareció un chico joven con dos niñ@s que supusimos serían sus hij@s con la intención de pasar tambien la noche, a través de la radio que llevó Txus escuchamos el partido de la selección, unos con más ilusión que otros, y tambien valió para distraernos un rato, después de cenar y al no haber otro plan decidimos irnos a dormir, el padre con los dos niñ@s ya se habían acostado y no era plan de armar jaleo, la noche no fue tranquila, entre los ronquidos de algunos y el grito de la niña que nos despertó a la noche, alguno no durmió lo que le hubiera gustado, ya a la mañana la niebla aún duraba pero no por mucho tiempo, el Aitzkorri nos obsequió con unas vistas y unas imágenes impresionantes, un mar de nubes cubría todo excepto las puntas de los montes más altos y el sol brillaba por encima de todo, después de sacar unas cuantas fotos y desayunar algo decidimos emprender el camino de vuelta,